LA PSICOLOGÍA : EL ALMA Y LA CONDUCTA HUMANA ,

sábado, 9 de noviembre de 2013

CUANDO “LA PULSION GOLPEA LA CARNE”. La pubertad y lo real del sexo › Por Liliana Donzis

Hace un tiempo recibí a Uriel, un joven de trece años, que, en su segunda entrevista, dijo: “Vengo para decir la verdad: hay algo que preocupa pero no me animo, es demasiado complicado. Mi tema es que no sólo me cuesta integrarme con mis compañeros de la escuela, esto ya te lo dije, por otra parte los de mi escuela son mis únicos amigos posibles..., pero mi problema es otro. No me animo a decírtelo, ni a decírselo a nadie... Esta sesión es para mí, no para que se lo cuentes a mis padres”. Luego de unos minutos en los que habló de cualquier otro tema, me preguntó si podía darme un papel donde escribiría lo que le pasaba. Acepté su propuesta y me entregó una breve oración: “Soy homosexual”. Desde muy corta edad había tenido indicios de su diferencia de posición respecto de los otros chicos. “Cuando empecé la primaria, jugaba siempre con nenas; no me gusta jugar al fútbol ni me preocupa en lo más mínimo qué equipo gana o quién pierde”. También con pudor comentó que lo avergonzaba que sus compañeros le dijeran “gay”. Ese término era una “cargada” habitual en su escuela, pero él quedaba perplejo, sin palabras, inhibido; no sabía cómo defenderse porque consideraba que podría ser una verdad que sus compañeros advertían. Suponía que, si se lo decían, era porque tenía esa condición sexual. Quedaba preso del silencio porque la palabra gay expresaba sus pudores más íntimos.
Un púber reconoce que puede diferir su elección vocacional o laboral, pero su definición sexual lo apremia, particularmente el encuentro con lo real del sexo. Con el advenimiento de la pubertad, comienzan las transformaciones que han de llevar la vida sexual infantil hacia su definitiva constitución; no se trata sólo de la adquisición de los caracteres sexuales secundarios, sino también de la reedición de las operaciones edípicas. La pulsión ataca, impacta el cuerpo y transforma las respuestas del sujeto; el “no pienso” de la pulsión golpea la carne, destrona lo que hasta ayer fueron los pilares del niño. En la niñez, el juego amortiguaba el recorrido del trayecto de la pulsión proponiendo una relación con el objeto que, como dice Lacan, sitúa un fantasma inofensivo.
Freud, en “La metamorfosis de la pubertad” (Tres ensayos para una teoría sexual), dice que la vida sexual de los humanos comienza dos veces. La primera vuelta corresponde a las experiencias iniciales de la vida, pero el segundo inicio de la vida sexual, en la pubertad, conlleva una verdadera metamorfosis del sujeto e implica un trastrocamiento de los goces y de los placeres en juego, así como un renovado florecimiento de fantasías que abren las puertas a la exogamia. Para Freud, la pubertad no es el inicio, no es la primera vuelta, sino que en ella se absorben y se recomponen, en una segunda vuelta, las inscripciones primeras.
Freud señala, sin posición moralista alguna, que el joven puede tener, y no sólo ocasionalmente, inclinaciones tanto homo como heterosexuales. Inclusive, a partir de lo que considera la bisexualidad constitutiva, algunos sujetos pueden alternar a lo largo de su vida elecciones sexuales y amorosas con partenaires de su mismo sexo o del otro sexo. En Tres ensayos..., el psicoanálisis no juzga la sexualidad, sino que trata de explorar las causas por las que el sujeto adviene y se posiciona de determinada manera.
Y es importante preguntarnos si la elección de objeto que se produce entonces coincide con la puesta en escena de la asunción sexual definitiva.
Me parece interesante distinguir la pubertad de la adolescencia: podemos situar la pubertad como la irrupción pulsional, mientras que podemos llamar adolescencia a ese tiempo en que la pulsión se estabiliza en lo que Lacan denominó el fantasma y, con él, la posición sexual del sujeto en relación con el objeto.
Pero ese tiempo lógico, que distingue pubertad de adolescencia, no es el cronológico, y para el púber surge, no sin dificultades y angustias, esa zona de interrogantes ante lo sexual en la que está apremiado por la puesta en juego con el partenaire. Llegada la pubertad, tal como escribió, en “Final de juego”, Julio Cortázar, “los veranos ya no serán los mismos a la hora de la siesta”.
Ahora bien, ¿quién se dirá hombre, quién se dirá mujer? Y aun ¿quién se dirá hombre o mujer a los que les atraen hombres o mujeres respectivamente? Asimismo ¿cómo se afrontarán las múltiples variaciones subjetivas que se arraigan en el inconsciente y que sólo advendrán fantasmáticamente? La anatomía no es el destino.
“Más allá de cualquier zona prohibida hay un espejo para nuestra triste apariencia” (Alejandra Pizarnik, “El árbol de Diana”). El púber aún no conoce ese futuro imperfecto del amor y del sexo. Encuentro fallido, imaginariamente posible, siempre incierto y contingente. Si la fortuna del deseo lo acompaña, apostará a la exogamia. La ilusión del deseo, como un hilo de Ariadna, lo conducirá por los laberintos insondables de una posición sexuada.
¿Qué es la homosexualidad en un joven que aún no ha tenido ninguna experiencia?
En aquellas primeras entrevistas con Uriel, se agolpaban interrogantes que tocaban una zona de riesgo y de enorme responsabilidad clínica: entendí que no era necesario que encontrara ninguna respuesta inmediata. La pregunta por su debut sexual lo puso en el camino de una duda que puede resumirse en la siguiente frase: si aún no tuvo relaciones, ¿cómo podría afirmar su decisión? En los primeros tiempos de su análisis, su angustia y preocupación no menguaban; aplazar una certeza no implicaba ningún cambio sino sólo un tiempo de demora. La pubertad fue para este joven un tiempo que se conjugaba en futuro imperfecto.
Uriel, sin experiencia pero leyendo su letra, fue interrogando, entre muchas otras cuestiones, lo que él llamó “la atracción”. Fue teniendo más amigos, se mostró más tolerante con ellos, un día comenzó a jugar al fútbol y no le fue nada mal. Compartía con los otros un lugar en el mundo, a distancia de su tan amada madre. Uriel iba definiendo sus atracciones sexuales. Un día, casi sin dudar, me dijo que le interesaba conocer la ley del matrimonio igualitario, porque concluía que a veces lo jurídico y lo legal iban más rápido que los prejuicios de la gente.
* Extractado de un trabajo que aparecerá en el próximo número de la revista Imago-Agenda.
Página 12 - Noviembre 2013 . 

LA INFANCIA Y SU INTERLOCUTOR “¿Por qué?”, preguntó el niño › Por Luciano Lutereau Para el autor, la infancia es ante todo un modo de hablar, que se caracteriza por preguntar. Lo que preguntan los “por qué” es cuál es el deseo del adulto al que el niño se dirige. Y, para un niño, la pérdida de un adulto que le había hecho lugar en su deseo, al cual ese chico realmente le hacía falta, puede ser “devastadora”.

Podría decirse que la infancia es un modo de hablar: más allá de cualquier precisión cronológica, la posición infantil se caracteriza por un modo particular de relación con el Otro, que es la pregunta. Así lo afirmó Lacan, por ejemplo, en el Seminario 11: “Los ‘por qué’ del niño no surgen de una avidez por la razón de las cosas: más bien constituyen una puesta a prueba del adulto, un ‘¿por qué me dices eso?’ (...) es el enigma del deseo del adulto”.
Esto se verifica en lo difícil que es desdecirse con un niño. Ellos mismos suelen inquietarse al respecto: “Pero vos me prometiste...”; el decir toma incluso el estatuto de un acto, como en la promesa. Y esto también se verifica, mucho más, en una situación que casi todos hemos vivido alguna vez: encontramos a un niño en la calle, entusiasmado con algún juguete, nos acercamos, le tocamos la cabeza y preguntamos: “¿Cómo te llamás? ¿A qué estás jugando?” Imaginemos por un momento que alguien se acercara a nosotros en la calle, nos tocara y preguntara: “¿Qué estás leyendo?” Nuestra respuesta sería seguramente la de un rechazo radical. Sin embargo, los niños no rechazan al Otro, sino que de forma más o menos inmediata se instalan en una conversación animada, y, de hecho, cuando un niño es retraído o tímido produce algún tipo de preocupación. En última instancia, es a los niños a quienes se les dice “¡No hables con extraños!” ¿Cómo entender esta apertura espontánea de los niños a los desconocidos? Erik Porge propuso que en los niños hay un hablar que no es a nadie en particular, sino al Otro por sí mismo, cuya función el adulto puede encarnar como interlocutor si se presta a ser un “buen entendedor”.
Y esta última indicación permite ubicar una forma de responder al modo de hablar de los niños. Pienso, por ejemplo, en el caso de un niño que, luego de que le propusiera dejar de jugar por ese día para concluir la sesión, me dijera: “Pelotudo”. Frente a mi sorpresa ante el insulto, agregó: “Es la primera vez que digo una mala palabra”. En este punto, el insulto valía como don o regalo al analista. Un educador, o bien cualquier figura del Otro que hiciera consistir un saber propio, habría reprendido al niño: “Decir malas palabras no es correcto”.
- - -
En sentido estricto, lo infantil no es más que un modo de hablar que se verifica en la pregunta por el deseo del Otro. Esto es algo que se comprueba en diversas situaciones corrientes. Todos hemos pasado por la circunstancia de que a un niño se le haga un regalo menor (un libro) y que, al verlo, otro, que había sido obsequiado con un bien preciado (un metegol) se ponga a llorar. He aquí la demostración de que los niños viven en un mundo de objetos inútiles –también se ha visto que desestiman los más imponentes y costosos por la rama de un árbol o un viejo muñeco–; o, mejor dicho, que para ellos los objetos valen en función de los deseos en que se sostienen. De ahí que, en la situación descripta, la forma habitual que tienen los adultos para responder a ese llanto del niño sea mediante un ardid (algo histerizante): “Bueno, si no querés ese metegol, me lo quedo yo”. Y así es como el niño puede volver a interesarse por ese objeto que había dejado caer.
- - -
El sentido estricto de la experiencia edípica se resume en una pasión imaginaria: los celos: la capacidad del niño de sentirse excluido respecto del amor del Otro. He aquí el sentido profundo de ese fantasma que Freud delimitó en su texto “Pegan a un niño” (1919). En ese fantasma –donde se pega a un niño–, el Otro entrega un sustituto de su amor: la autoridad. De este modo podríamos ubicar niños que se sitúan respecto de la función de la autoridad, aunque hoy en día la clínica nos presenta el caso de niños que, a diferencia de los clásicos “problemas escolares” (inhibiciones intelectuales, etcétera), trastornan el dispositivo de aprendizaje a través de la conducta: chicos que pegan y se desacatan frente al Otro.
- - -
En el motivo de una consulta al analista puede ubicarse la destitución de la autoridad del Otro. En un apartado anterior, nos remitimos al texto de E. Porge, en el que se menciona ese hablar del niño al Otro por sí mismo, cuya función el adulto puede encarnar como interlocutor. Eventualmente puede ocurrir con los padres algo por lo cual esta posición fracasa y, entonces, los padres ya no saben qué hacer: han quedado privados del saber que antes poseían para interpretar las conductas de sus hijos. Ahora es el niño quien posee un saber reprimido desde el cual desafía a los adultos. “Me lo hace a propósito”, suelen decir los padres. “En la casa de los amigos hace todo bien (come sin remilgos, se baña sin reparos, duerme como un ángel), pero llega a casa y pasa lo mismo de siempre...”
- - -
Un analista no enseña a ser mejores padres. En todo caso, puede colaborar para que éstos puedan tener una relación menos sufriente con la respuesta sintomática de sus hijos. Suele ocurrir que éstos puedan interpelar a sus progenitores. No pocas veces en el tratamiento de adultos suele ocurrir que los mejores interpretadores sean los hijos. Después de todo, desde la antigüedad es sabido que los niños y los locos son quienes dicen la verdad...
- - -
¿Cuántas veces un analista hace la lectura de un caso en función de si el padre está presente o no, si el niño aún duerme con sus padres, etcétera? Por esta vía, la función del psicoanalista queda degradada a la de un policía de la familia.
- - -
No conviene que atienda niños quien no pueda resistir no ser amado por ellos. Soportar el desamor de un niño no es algo sencillo. Y el correlato de esta afirmación es la siguiente: el analista no ocupa el lugar de una madre. Es ésta la que puede enarbolar un amor incondicional. Por lo demás, es sabido el carácter superyoico que suele asumir la posición materna en la infancia: “Sólo quiero que seas feliz....” ¡Nada menos!
- - -
Para un niño, situarse respecto del amor es hacerlo en tanto amado. En esta identificación con la imagen que el Otro provee radica la coyuntura que Lacan llamó “pavoneo” (del niño con su madre), y que tiene una importante consecuencia: el narcisismo de los niños, la identificación fálica, se lee en el discurso de los padres; no se trata de hechos objetivos que se aíslen perceptivamente (por ejemplo, en los arrumacos entre padres e hijos), sino de hechos de lenguaje, que se disciernen en la necesidad que los padres tienen de ubicar un destinatario que certifique los actos de su hijo (“Aprendió a caminar”, “Dejó el pañal”, “Obtuvo tal o cual nota”).
- - -
Si los niños se orientan tan fuertemente en función del deseo del Otro, entonces cabría admitir que no aman. Dicho de otro modo, no establecen relaciones de objeto en sentido estricto –sostenidas en una posición fantasmática de cierta fijeza, que suele sellarse en la bisagra de la adolescencia a partir de algún encuentro con la castración–.
Esto puede advertirse con relación a los duelos en la infancia. Suele ocurrir que los padres consulten a un analista por el temor de que su hijo se resienta ante un cambio de colegio o una mudanza. Y, sin embargo, realizado el cambio quedan sorprendidos porque no hubo consecuencias significativas. Incluso puede ocurrir que consulten por eso: “No es normal, algo le debe estar pasando pero no lo expresa”, dicen, como si un niño debiera ser una superficie de reflejo inmediato.
Y a veces son los padres quienes delegan en los hijos una incapacidad relativa para desprenderse de cierta costumbre o comodidad. Recuerdo el caso de una madre acongojada por el efecto que produciría en los niños tener que vender, luego de la separación de su marido, la casa en que vivían: no fue necesario mucho más que indicarle su propia dificultad para terminar de aceptar una consecuencia de su divorcio.
- - -
El duelo en los niños tiene una acepción específica. Si, de acuerdo con Freud, el trabajo del duelo implica la sustitución de una relación de objeto, los niños no atraviesan este tipo de experiencias. De ahí que muchas veces frente a la muerte de un amigo de la familia o un familiar no muy cercano, los niños no expresen más que unas pocas preguntas (“¿Estaba enfermo?”, “¿Ya no lo vamos a ver más?”) o una conclusión ligera (“Sabía que iba a pasar”).
No obstante, otras veces ocurre que la desaparición de ciertas personas produzca un efecto devastador. Esto se explica a partir de que, como hemos dicho, los niños establecen su relación con el deseo del Otro: Lacan, en el Seminario 10, afirma que sólo se hace un duelo por aquel para quien encarnamos su falta. Y la identificación regresiva con el deseo perdido puede ocasionar las más severas inhibiciones: por ejemplo, en el caso de un niño que había asumido rasgos propios de su abuelo fallecido como un modo de testimoniar la presencia del deseo que tan fuertemente lo había marcado.
Q Texto extractado del libro ¿Quién teme a lo infantil? La formación del analista en la clínica con niños, escrito en coautoría con Pablo Peusner.
Página 12 - Noviembre 2013 . 

EL ARTE DE SOLTAR .


ÁREA DE BROCA - Esta zona cerebral le debe su nombre a Paul Broca, quien la describió en 1864. Su función es permitir la ejecución de los patrones motores para la expresión de cada palabra, articulando el lenguaje hablado y escrito. Por lo tanto, esta área nos provee de los circuitos nerviosos necesarios para la formación de las palabras. Asimismo, participa en la producción del habla, del análisis específico de la sintaxis de las palabras mientras se escucha y de la comprensión de la complejidad estructural. Las personas que sufren de lesiones en esta área (llamada afasia de Broca) no son capaces de comprender y construir frases gramaticalmente complejas. El área de Broca se conecta con el área de Wernicke (la otra región considerada hasta el momento crucial para el lenguaje en los humanos) mediante un haz de fibras nerviosas, el arcuato. Se encuentra ubicada en la corteza prefrontal, delante de la porción inferior de la corteza motora primaria izquierda, en la cercanía de la fisura lateral. Está constituida por la porción opercular y triangular del giro frontal inferior. También se conecta con el área motora suplementaria, que se relaciona con la iniciación del habla. Se la considera un homólogo de área F5 de los monos macacos, en donde se descubrieron las neuronas espejo (Iacoboni, 2008). Según una nueva investigación realizada por Ned T. Sahin y colaboradores en Universidad de California, en San Diego y en la Universidad de Harvard, publicada en la revista Sciencie, ha revelado que el área de Broca es capaz de computar las tres tareas fundamentales relacionadas con el lenguaje: la identificación de la palabra, la elección de la forma gramatical correcta y la organización de los sonidos para expresarla. Los científicos identificaron patrones de actividad neuronal indicando procesos cerebrales léxicos, gramáticos y fonéticos alrededor de 200, 320 y 450 milisegundos respectivamente después de que se mostrase una palabra a los pacientes. Estas mediciones se registraron en todos los pacientes y permiten establecer el tiempo de comprensión, elección y vocalización en seis décimas de segundo. Estos resultados sugieren que el área de Broca computa diferentes pasos con una coreografía perfectamente ajustada a un ritmo muy rápido. “Una danza que puede ser simplemente indetectable para los niveles de resolución de otros métodos usados con anterioridad”, aseguró el nurocientífico Eric Halgren. Los registros de la actividad neuronal se realizaron con electrodos ubicados en el área de Broca. Bibliografía: - Iacoboni, M. (2008). Mirroring People: The New Science of How We Connect With Others. New York: Farrar, Straus and Giroux. - Elmundo.es – Suplemento Ciencia. - Science 16 October 2009: Vol. 326 no. 5951 pp. 445-449 DOI: 10.1126/science.1174481 Sequential Processing of Lexical, Grammatical, and Phonological Information Within Broca’s Area. Ned T. Sahin, Steven Pinker, Sydney S. Cash, Donald Schomer, Eric Halgren. Ilustración de uso libre, solo se pide citar la fuente: Asociación Educar - www.asociacioneducar.com Asociación Educar Ciencias y Neurociencias aplicadas al Desarrollo Humano www.asociacioneducar.com


ÁREA DE WERNICKE - Llamada así en honor a Carl Wernicke, quien la describió por primera vez en 1876. También se la denomina Área Interpretativa General, Área Cognoscitiva, Área del Conocimiento y Área de Asociación Terciaria. Su función está relacionada con la comprensión de palabras y la producción de discursos significativos. Las personas que sufren de lesiones en esta área (llamada afasia de Wernicke o afasia fluida) son incapaces entender las palabras de contenido mientras las escuchan, y tampoco pueden de producir frases con sentido: su discurso tiene una estructura gramatical, pero no significado. Se ubica en el lóbulo temporal izquierdo y, al igual que el área de Broca, ya no se la considera como una sola región anatóno-funcionales, uniforme del cerebro. Mediante el análisis de los datos de numerosos experimentos de imágenes cerebrales, los investigadores han distinguido tres subáreas dentro del área de Wernicke. La primera responde a las palabras habladas (incluyendo las propias que emite una persona); la segunda, sólo a las palabras pronunciadas por otra persona, pero también se activa cuando el individuo recuerda una lista de palabras. La tercera parece más estrechamente asociada con la producción de discurso que con percibirlo. Todos estos resultados son compatibles con el papel general del área de Wernicke en lo que se refiere a la representación de secuencias fonéticas, independientemente de si la persona los escucha, los genera ella misma, o los recuerda de memoria. Nuevas investigaciones publicadas en Proceedings of the National Academy of Sciences, y realizadas por el doctor Josef Rauschecker, profesor en el departamento de Neurociencia de la Universidad de Georgetown, y su equipo, quienes analizaron más de 100 estudios de imagen del cerebro, han permitido observar que el área de Wernicke se encuentra, aproximadamente, 3 centímetros más cerca de la parte frontal del cerebro, al otro lado de la corteza auditiva. Bibliografía: - Proceedings of the National Academy of Sciences: Phoneme and word recognition in the auditory ventral stream. Josef Rauschecker- 2011. - Georgetown University Medical Center. Researchers Rewrite Textbook on Location of Brain’s Speech Processing Center - New location of critical area provides hints on origin of language - 2012. - Akmajian, A., Demers, R. A., & Harnish, R. M. (1984). Linguistics: An introduction to language and communication. Cambridge, MA: MIT Press. - Damasio, A. R., & Damasio, H. (1992). Brain and language. Scientific American, 267, 88-95. - Fodor, J. A. (1983). The Modularity Of Mind. Cambridge, MA: MIT Pres. Ilustración de uso libre, solo se pide citar la fuente: Asociación Educar - www.asociacioneducar.com Asociación Educar Ciencias y Neurociencias aplicadas al Desarrollo Humano www.asociacioneducar.com Más ilustraciones: www.asociacioneducar.com/ilustraciones-cerebro.php Glosario Neurociencias: www.asociacioneducar.com/glosario.php


EL CEREBRO HUMANO : ÓRGANO DE MAYOR CONSUMO ENERGÉTICO DEL CUERPO .


Fuente : AE Asociación Educar .

EL CEREBRO : ÁREAS INVOLUCRADAS EN LA EXPERIMENTACIÓN DEL DOLOR .


Fuente : AE Asociación Educar .