LA PSICOLOGÍA : EL ALMA Y LA CONDUCTA HUMANA ,

miércoles, 2 de octubre de 2013

07.10.2011 | VÍNCULOS Ese desconocido que nos analiza ¿A quiénes les confiamos nuestros secretos más íntimos? ¿A quiénes le permitimos asomarse a los recovecos de nuestra psiquis? Ellos, los psicoanalistas, dan la cara. Tabasco Rivas / Clarín Mujer



Son cautivos del secreto profesional, hasta el extremo de convertirse, ellos mismos, en un verdadero secreto. Al menos para sus pacientes. Evitan dar a conocer sus opiniones y puntos de vista sobre casi todo. Ocultan desde sus preferencias políticas hasta las deportivas y hacen silencio cuando algo podría delatar “quiénes” son. Ellos, los psicólogos que nos analizan están ahí, junto al diván o frente a nuestra cara, simplemente para escuchar y estimular lo que podamos asociar, pero no para darse a conocer. Si el azar hace que uno se los cruce en la calle, un cine o un restaurante, tienden a “replegarse”. Son, en realidad, “rehenes” de un código profesional que no todos aplican por igual, pero que a los más ortodoxos les limita la naturalidad. Ahora: ¿Cómo es esto de “autosuprimirse”? ¿Quiénes son cuando salen del ámbito terapéutico?
“Somos como todos. Comemos asado, se nos meten pedacitos de carne entre los dientes y usamos escarbadientes para quitarlos, aunque reconozco que los hombres hacemos eso más que las mujeres”, dice con humor Pablo, un profesional con 15 años de actividad que a pesar de la soltura con que desliza la afirmación impone no publicar su apellido. De lo contrario no podría confesar que todos los domingos va a ver a Racing o que se ilusionó con la performance de Binner en las elecciones primarias. Y agrega: “Si ponés lo de Racing, te apuesto que mil pablos psicólogos en sus próximas sesiones deberán aclarar de qué equipos son. Los pacientes son naturalmente curiosos”.

Comprensible curiosidad
“A los pacientes no les aporta nada saber, por ejemplo que estoy divorciada o que estoy pensando en vender mi casa”, afirma Graciela, una ortodoxa “relativa” ya que no rehúye las respuestas cuando algún paciente la indaga. “Si quieren saber, yo respondo, pero dejo sentado que nos desviamos de nuestro propósito”.
Carlos Barredo, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA), estipula: “Esta no es una actitud personal, sino un artificio para conseguir un resultado. Esto viene de Freud y se lo encuentra en “Consejos al médico”. No son directivas o mandatos. Lo que puede pasar es que en cierto momento el paciente esté interesado en hablar del psicoanalista más que de él. Y el introducir datos del psicólogo resulta un obstáculo. Porque ese espacio vacío que hay acerca del psicólogo es el que facilita el proceso de transferencia en el que el paciente tiene la oportunidad de “aparecer”, de “ser” durante las sesiones.
“Lo que pasa es que si una paciente te descubre haciendo karaoke o vos te la encontrás en una pizzería, acompañada por el hombre del que el lunes te pensaba contar como les fue eróticamente, puede ser condicionante. No quiere decir que hay que salir corriendo. Pero hay una distancia necesaria para poder trabajar”.
Barredo acota: “Lo que se procura es evitar la influencia de la persona del psicoanalista. Hay una diferencia sustancial entre la presencia del analista y la persona del analista. El psicoanálisis es un tipo de intercambio distinto a cualquier otro vínculo. Es un modelo de diálogo que en realidad no es un diálogo. Por lo tanto, es una relación asimétrica y tiene que ser así. Lo que hace el analista es sustraer sus puntos de vista, lo que no implica que sea neutral. Y esto es un esfuerzo, no es una comodidad. Porque el analista puede ser cualquier cosa, menos un modelo. Por otra parte, la curiosidad del paciente acerca del psicoanalista siempre aparece. Hay una curiosidad natural sobre quién es o cómo piensa sobre tal o cual tema. A tal punto que muchas veces los pacientes necesitan tener una certeza y hablan sobre determinados temas dando por descontado que tienen miradas idénticas acerca de las cosas, cuando en realidad desconocen lo que el analista piensa.
Eduardo ahora atiende solo a seis pacientes por semana. “Antes corría entre las obras sociales y los pacientes que atendía en mi consultorio. Hoy, con 27 años de actividad, bajé el ritmo: no quiero más esa maratón. Pero esto es mi vida: no le puede interesar a mis pacientes. Yo debo ampararlos de mis rutinas, de mis ideas, de mi mundo. Ellos vienen a verme por las cuestiones del suyo”. Comen asado, van a la cancha, corren entre las obras y también... hacen teatro. “Hace tres años que no falto a ninguna clase de mi taller. Por supuesto, ninguno de mis pacientes me imagina subida a un escenario diciendo la letra de Made in Lanús”. La que hace la revelación, Cristina, admite que dos veces resignó propuestas firmes para actuar en obras que se dieron en el circuito off “porque no quería infartar al desprevenido que pudiera haberme visto en ese otro papel”. La pregunta, entonces, viene a cuento: ¿Todo es una representación? ¿El analista compone un papel?

Los papeles y los roles
“Cada individuo tiene múltiples roles y encarna distintos papeles. Somos trabajadores o desocupados, o padres o hijos o profesores o alumnos. Eso de vivir para representar no debe ser tomado al pie de la letra, pero tampoco desestimado”, dice Eduardo. Él, a los 60 años, cada martes asiste a un taller literario. Allí lee sus cuentos y debate sobre los de los demás. “Nunca le voy a leer un cuento a un paciente porque entonces yo le tendría que pagar a él”, sonríe.
Sin embargo, el psicólogo nunca es una identidad enteramente desconocida, aclara Barredo. “Aunque parezcamos ausentes o distantes, siempre estamos afectados por el paciente. Y esto tenemos que manejarlo. Freud decía que debíamos ser como el cirujano que no se afecta por lo que pasa cuando aplica el bisturí y ejecuta el corte: si él se desmayara de la impresión, no podría operar. De alguna manera -es una imagen, claro-, nosotros debemos poder hacer lo mismo. Lo que no nos convierte en insensibles o desapegados. Yo, personalmente, con los pacientes más jóvenes, chicos o adolescentes, me veo obligado a incluirme un poco más, a plantear algo parecido a un juego para habilitarlos a hablar, porque ellos suelen ser bastante parcos”.
Sin embargo, insistimos, no deja de ser una escena curiosa, la del analista y su paciente. Barredo lo admite. “Lacan dice algo así como que ‘el analista es parte del concepto del inconsciente’. Y el inconsciente es algo extraño para todos. Y el analista también es alguien extraño”.
ENTREMUJERES .

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