LA PSICOLOGÍA : EL ALMA Y LA CONDUCTA HUMANA ,

miércoles, 2 de octubre de 2013

29.10.2010 | PSICOLOGÍA Duelos: lo inevitable de entregarse al dolor Duelo, del latín duelum, significa dolor. Un dolor que no se parece a ningún otro y no hay forma de evadirlo. Y éste es, precisamente, el punto de partida de cualquier elaboración funcional y posterior recuperación. Lic. Diana Liberman

Es imposible evitar el dolor del duelo; el asunto es: ¿qué se hace con ese dolor? La persona que sufre una pérdida puede quedarse anclada en su pena , en su impotencia, en su rabia. O puede trabajar ese dolor, esa impotencia y esa rabia hasta aprender a seguir en la vida de la manera más creativa posible.
La cicatriz de la pérdida es tan ineludible como el dolor. Vivir con heridas abiertas, expuestas, multiplica los riesgos y complica, cada día más, el estado de salud. Curar esas heridas y aprender a vivir con las cicatrices, a pesar de ellas, es un camino hacia una existencia más plena.
En esos términos, la pérdida amplía su acepción: no sólo se refiere a la muerte de una persona querida, sino también a la privación, al quiebre, de un vínculo importante. La pérdida, como mínimo, nos deja un estado de confusión. Transitar el duelo en todas sus etapas, y en todos sus aspectos, es lo más saludable.
En nuestra sociedad occidental, globalizada y contradictoria, la muerte sigue siendo un tema tabú. Otro límite es el silencio: un mutis que se esparce en distintos ámbitos: nos falta preparación para el duelo. Son temas que no se mencionan, que no se enseñan. Sólo se esconden bajo tierra.
Otra máscara es la indiferencia: hacer como si nada hubiese sucedido  y volver, cuanto antes, a la hipotética “normalidad”. Pero, ¿de qué se trata esa “normalidad”? No hay respuesta. O, al menos, no hay una única respuesta. Sin embargo, muchas personas se empeñan en continuar como si la vida estuviese en las mismas condiciones que antes de la pérdida. Sin embargo, hubo un despojo, nada es igual. ¿Cuánto se puede disimular? Y, ¿Para qué? La muerte irrumpe en la vida cotidiana y a partir de ese momento nada es igual.
La pérdida implica un desafío constante: su superación. La complicación de un duelo está íntimamente ligada a las características del doliente. A quienes tienen débil autoestima y/o vínculos ambivalentes les resulta mucho más difícil construir una nueva realidad.

A pesar de todo
Cada duelo es distinto. Cada pérdida es diferente. Cada doliente reacciona a su modo, como puede. Y esa respuesta también varía según la competencia para tratar con la adversidad: lo que llamamos resiliencia.
El duelo femenino se diferencia del masculino; el de un hijo es distinto al de un padre; el duelo por un amigo tiene otras características que la pena por perder la pareja. Y estas diferencias también se relacionan con la manera en que cada doliente se inserta en la sociedad y el rol que cumple en ella.
En el carácter personal, íntimo y privado del duelo hay un trabajo de recuperación de todos aquellos aspectos queridos que se perdieron. Y también hay un aspecto público que ofrece reconocer –en otra persona- a alguien que puede acompañar, ayudar y sostener. En algún modo, reparar.
Ante la pérdida hay varios caminos posibles: volver al estado anterior y seguir la vida como si no hubiera sucedido nada, esto es, resolver la ausencia de manera disfuncional. O, después del aullido, volver a construirse, parirse a uno mismo en nuevos caminos de crecimiento.
Duelo. Duelum. Dolor. Y desafío.

Diana Liberman es Lic. en Psicología. Directora de Duelum, Centro de Recuperación Emocional de la Pérdida. Autora del libro “Es hora de hablar del duelo. Del dolor de la muerte al amor a la vida”, Ed. Atlántida.
ENTREMUJERES .

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